Sol Bacharach, una historia del renacer de las drogas a la vida

PASÓ DE SER UNA BRILLANTE PROFESORA EN VALENCIA A ESTAR 'ENGANCHADA' A LOS PSICOFÁRMACOS Y AL ALCOHOL



De estar en la cúspide de su carrera profesional -asesoraba a un importante despacho de abogados, además de ser miembro del Consejo de Administración de peso en empresas como Aumar y Dragados y Construcciones-, la brillante profesora de Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia, Sol Bacharach, pasó casi sin darse cuenta a estar inmersa en el mundo de las adicciones.

Preparaba oposiciones, atendía a su familia y se esforzaba en hacer más agradable la vida de quienes la rodeaban. Hasta que hizo crack. "Un perfeccionismo mal entendido -quería hacerlo todo bien, es lo que pasa por intentar ser una superwoman-, la presión que sentía y el no querer/poder exteriorizar nada, me hacía sentirme fatal", reconoció Sol Bacharach en el encuentro-coloquio celebrado en el hotel Carlton de Bilbao, organizado por la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales Liberales, Mujer Siglo XXI, donde desnudó su corazón ante un nutrido grupo de asociadas al relatar su largo calvario con las adicciones (psicofármacos y alcohol) y cómo logró salir triunfadora del pozo negro de las drogas, aunque fueran legales.

Sol pareció tocar el cielo cuando el médico al que acudió al ver su situación le recetó tranquilizantes, antidepresivos y ansiolíticos. "El primer día que me tomé una pastilla me sentí tan bien que pensé que había encontrado la solución a mis problemas", reconoció Sol, exadicta a los psicofármacos y al alcohol, a quien no le importa -más bien todo lo contrario-, poner ojos y cara a la situación por la que atraviesan miles de personas en nuestro entorno, muchas de ellas mujeres, que viven sus adicciones en silencio "sin pedir ayuda ni saber a dónde dirigirse".

Sufrió dos fuertes varapalos en su vida. El asesinato por ETA de su marido, el catedrático y político valenciano Manuel Broseta, y la muerte de su hermana alcohólica. "Con su fallecimiento toqué fondo", rememora sin poder contener la emoción. "Con el paso de los años me he sentido culpable por no haber podido ayudarla". Ese fue uno de los motivos por el cual pidió la excedencia en la Universidad, donde tiene plaza por oposición, para dar un giro vital en su actividad profesional al fundar el centro terapéutico Marenostrum en La Garriga (Barcelona), con el fin de que la sociedad entienda que las adicciones son una enfermedad, "que la gente no sale de ellas con fuerza de voluntad, sino con tratamientos y técnicas terapéuticas especializadas; y contamos con tratamientos efectivos". "Yo toqué fondo cuando murió mi hermana, pero era adicta antes de su fallecimiento, aunque no lo quería reconocer, a pesar de las constantes súplicas de mi hijo para que dejara de beber, de empastillarme y de que me pusiera en tratamiento. Estaba todo el día colgada. En mi entorno social no sufrí, al menos no lo percibí, rechazo. Delante de mí no hablaban sobre mi cuelgue diario, pero a mis espaldas sí comentaban que estaba como una zombi", recuerda.

Porque la dependencia que los estímulos placenteros de las sustancias tóxicas crea en las neuronas del cerebro es muy fuerte, y la persona adicta las necesita para funcionar. "Era lo que me pasaba. Cuando dejaba de consumir fármacos y no tomaba alcohol sentía un vacío tremendo que me provocaba una enorme angustia. ¿Qué hacía para evitarla? Volver a consumir. Cada día necesitaba más pastillas, más alcohol, aunque me engañaba a mí misma diciendo que era la última vez que me drogaba. Y como buena adicta, tenía siempre prisa hacia la nada", apostilló.

La muerte de su hermana le hizo reflexionar sobre su vida y pidió por primera vez ayuda, teniendo ya claro que si no ponía freno a las adicciones solo tenía dos salidas: el psiquiátrico o la muerte. "Yo no caí en la cocaína porque no la probé, si lo hubiera hecho también me hubiera enganchado a ella".

De su ingreso en el Centro Terapéutico del Vallés Sol aprendió su Biblia: se puede vivir sin consumir y además se puede vivir muy bien. Basta con verla para comprobar que es totalmente cierto, aunque es consciente de que nunca dejará de ser una adicta.

En 2004 amplió y profesionalizó el Vallés convirtiéndolo en Centro Terapéutico Marenostrum (www.cetromarenostrum.org) dedicado al tratamiento y recuperación de adicciones que tiene su sede principal en La Garriga y del que ella es su presidenta. El tratamiento del centro se basa en el Método Minnesota, usado en América desde hace más de 60 años, basado en la técnica Doce Pasos, orientada a la abstinencia, preconizada por Alcohólicos Anónimos pero actualizado y adaptado a los tiempos, cuya base principal es la de orientar al enfermo y su familia para lograr una vida plena física y emocionalmente mediante un cambio constructivo de conducta.

La lucha contra la drogadicción se ha convertido en la auténtica vocación de Sol Bacharach. En esta línea ha desarrollado unidades de seguimiento y apoyo en otras ciudades del Estado, entre ellas Bilbao. Al frente de esta última, el centro Hazkunde, se encuentra Begoña García Galarza, máster de Drogodependencias en Deusto. Lo hace porque ahora su meta es expandir la ayuda a quien haya caído en la adicción. "No hay nada en el mundo que iguale la satisfacción de saber que una persona se ha rehabilitado", apuntó Bacharach con sinceridad.

Fuente: Deia
Última actualizacin: 26-10-2015