Cuando la vida sorprende con duras circunstancias inesperadas, tenemos dos opciones: quedarnos paralizados frente a ellas o luchar y salir reforzados. Los protagonistas de este reportaje decidieron no lamentarse y hacer de sus duras vivencias una causa para salir adelante. Se rebelaron contra la autocompasión, la rabia o la pena que sentían, para abrazar sus causas como motor y motivo de cambio.
A los 35 años, Sol se vio inmersa en una
vorágine que ella misma provocaba. Asesora de un importante despacho
de abogados, preparaba oposiciones, se ocupaba de su casa, de su hijo y trataba
de solucionar la vida de quienes la rodeaban.
“Sentía mucha presión, pero mi falso perfeccionismo
y el no exteriorizar nada me hacían sentir muy mal.” Un médico
le recetó tranquilizantes, antidepresivos y ansiolíticos, cuyas dosis ella
incrementó según su estado de ánimo. “Si estaba
nerviosa, tomaba una pastilla para tranquilizarme; si no podía dormir, otra…”
Y así hasta que se convirtió en adicta.
La dependencia que los estímulos
placenteros de las sustancias tóxicas crea en las neuronas del cerebro es muy fuerte, y el adicto las necesita para funcionar”, explica Bacharach. “Cuando
dejas de consumir sientes un vacío muy grande que provoca angustia y, para evitarla, vuelves a consumir.” Sol recuerda como cada día necesitaba más dosis para evitar ese vacío y, tras consumir, se engañaba diciendo que era la última vez. Una serie de episodios en su vida –el asesinato de su marido, Manuel Broseta, a manos de la banda terrorista ETA y la muerte de una hermana por un accidente relacionado con la adicción– la llevaron a tocar fondo. “Yo ya era adicta antes; uno consume, y la vida le trae cosas, buenas y malas.” Por primera vez pidió ayuda.
Cuando salió del Centro Terapéutico del Vallès (hoy Marenostrum, MN), Sol
nunca imaginó que este se convertiría en su proyecto de vida. “Allí aprendí mi Biblia: se puede vivir sin consumir y se puede vivir muy bien.” Años más tarde, volvió para enseñársela a otros y para convertirlo en un centro de referencia en temas de toxicomanía.
Según el último informe del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, España es el primer país consumidor de drogas. Razón por la cual, además de la sede principal en La Garriga, Sol ha desarrollado unidades de seguimiento y apoyo en otras ciudades. Confiesa haber encontrado en esta lucha su verdadera vocación. “No es hacer lo que quieres, sino querer lo que haces”. MN es para su directora un “proyecto de vida”. “No hay nada en el mundo que iguale la satisfacción de saber que una persona se ha rehabilitado.
Le gusta estar allí y apoyar a las familias de los adictos que, al igual que los enfermos, sufren mucho a lo largo del proceso.
Les explica que la adicción es una enfermedad y que los comportamientos del adicto son síntomas de esta que ellos no escogen. "Ojalá alguien nos hubiera hablado así cuando pasó lo de mi hermana".